sábado, 11 de diciembre de 2010

Carta a la Eternidad

Hola, pequeña escurridiza.
No es fácil ser perenne en este mundo con su gente efímera.
Y si bien mi verde no es eterno, sí lo es este ciclo de cenizas y fuego.
Quizás, sí soy una buena compañía para este camino sin final,
para un viaje sin rumbo donde quienes caminen a mi lado no puedan seguirme el ritmo. Es difícil, no sé como piensas que puedo soportarlo.

Al saber que hubo huellas de existencia a mi lado, creo que puedo hacia adelante seguir existiendo. Mas me derrota con sutileza más tarde que temprano verme avanzando sola. ¿Eso es lo que quieres? ¿Que mi fuerza se pierda con el paso de los años, y que adquiera una nueva sabiendo que terminará?
Tengo dos alas fuertes tras la espalda, dos ojos que lloran y un corazón que quema. Te tengo a ti y a mí misma. Tengo la misión de entregarles quien soy, sabiendo que lo perderé, o que me acabarán odiando por no poder olvidarme... cuando todo debiese ser pasajero.

Incluso si hubiese en mí la facultad de brillar junto a un alguien que me cobijase por la intensidad interminable del Universo, no tengo el valor de tomarlo y terminar en un hoyo negro. ¿Por qué no me diste la facultad de hallar a otro eterno? Nada dura para siempre, nadie estará ahí para siempre conmigo.
Déjame morir en paz y deja que mi alma divague tan sola como lo está ahora, y que el inalcanzable mundo de los vivos me convenza que no vale la pena seguir intentando. Soy débil. Quiero que me expliques de una vez por todas por qué me diste esta carga, y apenas lo hagas, dame el olvido eterno que es lo único infinito que existe en esta galaxia.